Biografía

Retrato de Juan Ruiz de Luna
Juan Ruiz de Luna Rojas.

Juan Ruiz de Luna Rojas nació en Noez (Toledo) el 12 de julio de 1863 y falleció en Talavera de la Reina (Toledo) el 25 de septiembre de 1945. Este reconocido artista español se dedicó a la cerámica y fue un fiel heredero de la distinguida tradición cerámica de Talavera de la Reina, que alcanzó gran renombre durante el Siglo de Oro en España. Con su estilo personal, logró elevar la naturaleza de su arte a su máxima expresión en el campo de la cerámica. Actualmente, la totalidad de su colección personal de cerámica antigua (S. XVI al XVIII) y una parte muy significativa de su obra, como ceramista, se encuentra exhibida en el museo que lleva su nombre.

La influencia de Juan Ruiz de Luna fue decisiva en la carrera artística de sus hijos, quienes también destacaron en el ámbito de la cerámica. Juan Ruiz de Luna Arroyo (1899-1980) nació en Talavera de la Reina y falleció en Málaga, mientras que Rafael Ruiz de Luna Arroyo (1910-1991) y Antonio Ruiz de Luna Arroyo (1912-1996) nacieron en Talavera de la Reina y fallecieron en Madrid. Tanto en colaboración como individualmente, los tres lograron alcanzar una posición destacada como ceramistas. Además de sus hijos ceramistas, Juan Ruiz de Luna también tuvo otro hijo, Salvador Ruiz de Luna Arroyo (1908-1978), quien se dedicó a la composición musical.​

Tabla de Contenidos

Inicios

Vio la luz por primera vez en Noez, un pequeño pueblo en la provincia de Toledo. Juan fue el primogénito de Alfonso Ruiz Rojas y Catalina de Luna García. En su familia, también había una hermana llamada Paula, así como tres hermanos de un matrimonio anterior de su madre Catalina con Antonio Herráiz. Estos hermanos se llamaban Jerónimo, Emilio y Eusebia Herráiz de Luna, y eran originarios de Almagro, en Ciudad Real.
 
Durante su infancia y adolescencia, Juan pasó la mayor parte de su tiempo en su pueblo natal, ayudando a sus padres, quienes pertenecían a una familia de escasos recursos. La fabricación de castañuelas era el oficio común entre los habitantes de Noez, que lo practicaban cuando no había trabajo en el campo. Desde temprana edad, Juan mostró su inclinación hacia las artes, animado por sus hermanos Jerónimo y Emilio, quienes se dedicaban a la pintura decorativa en Madrid y luego en Talavera de la Reina.
 
En el año 1880, a la edad de 17 años, se encontró con sus hermanos Jerónimo y Emilio en Talavera, donde pasaron cinco años de su vida. Determinado a cumplir su sueño de convertirse en pintor, Juan aprovechaba cualquier tiempo libre para aprender diversas modalidades del oficio y explorar su curiosidad, llegando a dominar disciplinas como la pintura escenográfica, el dorado de retablos y la restauración de imágenes religiosas.
 
En 1885, su madre falleció en Noez y sus hermanos Emilio y Jerónimo sucumbieron al cólera en Talavera. En aquel tiempo, la muerte por esta enfermedad implicaba el aislamiento total de la sociedad. Juan tuvo que cuidar de sus hermanos hasta el último momento, y luego les dio sepultura con sus propias manos. A los 22 años, se encontraba solo en Talavera, sin saber qué rumbo tomar, enfrentando la pérdida de sus seres más queridos y la discriminación que sufría por no ser considerado «hijo del pueblo» para poder trabajar libremente en su oficio. A pesar de todo, decidió quedarse, dejando a un lado la pintura. Pasó dos años trabajando arduamente para resolver los asuntos pendientes que habían quedado tras el fallecimiento de sus hermanos.
 
Dos años después, en 1887, contrajo matrimonio con Norberta Pérez Arroyo, oriunda de Talavera. Sin embargo, su esposa falleció nueve años más tarde, dejando a Juan con dos hijas: Tomasa y Luisa Ruiz de Luna Pérez, de siete años y dieciocho meses, respectivamente. En julio de 1898, Juan contrajo matrimonio por segunda vez con Francisca Arroyo Pinilla, quien era prima hermana de su primera esposa. Juntos, tuvieron diez hijos: Juan, Francisca, Salvador, Rafael, Antonio, María, Manuela, y otros tres que lamentablemente fallecieron en corta edad.

Trayectoria profesional

Pintor Decorador

En 1888, Juan realizó sus primeros trabajos destacados como pintor decorador. Entre ellos, se encargó de la restauración de los retablos e imágenes de la iglesia de San Miguel Arcángel en el pueblo vecino de Torrecilla de la Jara, en Toledo. Durante ese período, también llevó a cabo de manera gratuita la pintura y decoración del teatro de la Unión, un proyecto emprendido por jóvenes de Talavera que buscaban rehabilitar el antiguo convento de la Trinidad para darse a conocer profesionalmente. La presentación de las obras «Cádiz» y «La Gran Vía» fue un clamoroso éxito. Después de la función, Juan tuvo que salir a saludar y recibir los obsequios del público, que consistían en seis pollos y un estuche de plata de Meneses para pescado.

A principios de 1889, Juan viajó a Molledo de Portolín, una aldea ubicada en el valle de Iguña, en Santander. Su objetivo era llevar a cabo la pintura y decoración de la casa del indiano Fidel García Lomas, abogado, político canalejista y senador por Santander. García Lomas quedó muy satisfecho con el trabajo de Juan, especialmente con las imitaciones de madera de roble. Le propuso la idea de formar un gran taller de decoración en Santander, algo que la ciudad no tenía. Sin embargo, debido a asuntos familiares, Juan no pudo aceptar la propuesta.

Pocos meses después de regresar de Molledo de Portolín, Juan recibió un encargo especial de Claudio López Bru, el segundo Marqués de Comillas. Consistió en crear un retablo con troncos y ramas de alcornoque sin pelar, para ser colocado en la cruz de un gran encino ubicado en la Fuente de la Cogota, en su finca del Palacio de las Cabezas en Casatejada (Cáceres). Este encargo tenía como objetivo establecer una romería a la que asistirían los colonos y las familias de los pueblos cercanos. Además, Juan también se encargó de desviar un arroyo para ampliar el área alrededor de la fuente. Durante este trabajo, se forjó una amistad con Claudio López Bru, cuya bondad y religiosidad dejaron una profunda impresión en Juan durante el resto de su vida.

Como resultado de esta amistad, López Bru costeó un viaje a Roma para Juan y su íntimo amigo José Fernández Sanguino, con el fin de asistir a la peregrinación nacional obrera en abril de 1894. El viaje fue accidentado, ya que sufrieron las hostilidades de los anticlericales de Blasco Ibáñez en el puerto del Grau de Valencia. En Roma, fueron acompañados por Luis Álvarez Catalá, un pintor de historia que poco después fue nombrado Director del Museo del Prado en Madrid. Juan regresó deslumbrado por todo el arte que presenció en Roma, un sentimiento estético que lo acompañaría durante el resto de su vida.

Pasaron varios años de lucha ardua, lo cual despertó en Ruiz de Luna un sentimiento de rebeldía ante la injusticia y el caciquismo de sus gobernantes. Él expresó esta indignación en sus memorias de la siguiente manera:

En aquellos tiempos, el merecimiento de los hombres no tenía ningún valor, toda su defensa era la recomendación y el padrinazgo, que a veces era ejercido en humillante forma de caridad, de aquí, que el que se preciaba de poder vivir con dignidad y por su propio esfuerzo, sufriera una postergación vergonzosa, la dignidad la tomaban por orgullo y la prudencia como cobardía y apocamiento.
Juan Ruiz de Luna Rojas

Realizó numerosas obras de pintura y decoración, entre las que se incluyen:

  • El Centro Católico de Navalmoral de la Mata, fundado por el Marqués de Comillas.
  • Ayuntamiento de Oropesa.
  • Restauración del palacio de Casatejada.
  • Decoración del Salón del Centro de Amigos.
  • Retablo mayor de la iglesia de Santiago.
  • Teatro Cervantes.
  • Convento de la Enseñanza Bernardas.
  • Capillas de la Iglesia de los agustinos (actualmente asilo de San Prudencio) y camarín de la Virgen del Prado, todos ellos en Talavera de la Reina.
  • Camarín de la ermita de Chilla en Candeleda.
  • Teatro de los Navalmorales.
  • Y una multitud de obras privadas.

 

Juan Ruiz de Luna dejó su huella artística en diversos lugares, plasmando su talento y habilidades en estas numerosas obras de pintura y decoración.

Primer estudio fotográfico de Ruiz de Luna. Plaza de Aravaca. Talavera de la Reina.

Fotógrafo

Hacia 1890, las inquietudes de Juan se manifestaron en una nueva forma de trabajo: la fotografía. Durante 36 años, ejerció la fotografía sin abandonar su oficio de pintor. Junto a su amigo Juan José Perales, estableció el primer estudio fotográfico de Talavera en la Plaza de Aravaca, en los bajos de un antiguo caserón. Su principal enfoque fue el retrato familiar. Mantuvieron su colaboración hasta el año 1895.

Hacia 1896, a través de sus proveedores de material fotográfico, Juan entró en contacto con los hermanos Lumière, quienes le ofrecieron la exclusiva para promocionar el cinematógrafo en Cataluña. Sin embargo, debido a la falta de recursos económicos suficientes, tuvo que renunciar a esta oportunidad.

En 1902, amplió su repertorio en el ámbito de la fotografía. Editó la primera colección de Fotos-Postales de Talavera de la Reina, las cuales fueron comercializadas por Norberto Vázquez desde 1898 hasta 1914. Además, realizó tarjetas de visita, ediciones de postales de monumentos, calles, plazas, puentes y el río Tajo en diversas series que contenían más de cuarenta imágenes. Colaboró con la prensa de la época, como ABC, Castilla, El Castellano Gráfico y Toledo, proporcionando fotografías de talleres de cerámica, el proceso de producción, salas de exposiciones y visitas de personalidades como la Infanta Isabel o la Reina de Rumania. También capturó escenas de la vida cotidiana en Talavera de la Reina, incluyendo el mercado, la inauguración del puente de hierro, entre otros, lo cual constituye un valioso documento histórico de esa época.

En 1905, trasladó su estudio fotográfico a la calle Mesones n.º 7 (antes Medellín), donde también comercializaba artículos de pintura y molduras para cuadros. Posteriormente, en 1912, reubicó su actividad en la plaza del Pan (antes de la Libertad), donde estableció su fábrica de cerámica artística. Finalmente, cesó su actividad como fotógrafo en 1926.

Tienda de Ruiz de Luna en Talavera de la Reina.

Ceramista

La cerámica de Talavera de la Reina vivió su máximo esplendor en los siglos XV y XVI. Sin embargo, comenzó a declinar en el siglo XVII, con la llegada de la dinastía borbónica al gobierno de España. Con ellos, las influencias francesas se hicieron evidentes con la creación de la Real Fábrica de Cerámica de Alcora en Castellón en 1727, adoptando un nuevo estilo muy alejado del Renacimiento español. El gusto por la porcelana también afectó a la cerámica talaverana, con la creación de la Real Fábrica de Porcelanas del Buen Retiro en Madrid en 1759 y la Real Fábrica de Sedas en Talavera de la Reina en 1748, lo que provocó la escasez de artesanos cualificados en los talleres locales. A principios del siglo XVIII, había ocho fábricas en funcionamiento, pero debido a la crisis y las guerras napoleónicas, especialmente tras la Batalla de Talavera en 1809, todos los talleres, excepto La Menora, quedaron destruidos.

Más adelante, en 1849, Juan Niveiro Page fundó el alfar del Carmen. Tras el cierre de La Menora en 1905, y bajo la dirección de su hijo Emilio Niveiro Gil Rozas, este alfar se convirtió en el único en Talavera de la Reina, dedicándose principalmente a la fabricación de loza popular, platos, jarras de rosilla y artículos de estilo Valencia. Gracias a su existencia y perseverancia, se logró mantener viva la tradición cerámica en Talavera de la Reina.

En julio de 1907, Juan Ruiz de Luna tuvo el encuentro fortuito con Enrique Guijo Navarro:

El encuentro y la unión de dos hombres, Juan Ruiz de Luna Rojas y Enrique Guijo Navarro, fue providencial para el resurgir de la cerámica artística en Talavera de la Reina. Dos artistas que sin conocerse coinciden en aficiones idénticas y voluntad de entregarse de lleno a la cerámica. Poseían ambos conocimientos prácticos y recursos de oficio afines a toda clase de ornamentación. Enrique de 36 años de edad, sin abandonar su pintura decorativa en Madrid, donde residía, siempre que tenía ocasión propícia, proseguia sus tanteos y pruebas practicadas en Sevilla, donde se había educado e incubado en él la afición a la cerámica de la que cuando se trasladó a Madrid llevaba algunos datos que, aunque muy elementales, fueron suficiente para fomentar su afición y su propósito de dedicarse a ella con preferencia. Juan de 44 años de edad, decorador, artista y fotógrafo, viviendo como vivía en Talavera de la Reina no se sustrajo al deseo de cacharrear en sus alfares, por cuyo motivo practicaba la pintura cerámica cuando se trataba de hacer un regalo especial, por parte del Ayuntamiento, a personalidades que visitaban la ciudad.

Ambos hicieron todo lo posible por persuadir a Emilio Niveiro de la oportunidad de fabricar cerámica artística al estilo del Renacimiento, ya sea juntos o en colaboración, después de los prometedores resultados de las pruebas realizadas por Guijo en su alfar del Carmen. Un tibor y dos platos que dejaron una excelente impresión en personas tan expertas como Platón Páramo y Francisco Alcántara. Aunque no se pudo llegar a un acuerdo con Emilio Niveiro, no se rindieron en su determinación de revivir la cerámica de Talavera de la Reina, y continuaron buscando nuevos socios para llevar a cabo este proyecto.

Trabajadores en la fábrica de cerámica artistica Nuestra Señora del Prado.

Ruiz de Luna, Guijo y Cia.

El 18 de junio de 1908 se estableció la sociedad Ruiz de Luna, Guijo y Cia., conformada por: Juan Ramón Ginestal (quien también aportó el edificio donde se instalaría la fábrica), Enrique Guijo (como jefe de taller y socio liberado), Platón Páramo (quien contribuyó con su extensa colección de cerámica antigua de Talavera como modelo) y Juan Ruiz de Luna, designado como gerente y administrador. Más adelante, se unirían nuevos socios a la empresa, como Manuel de las Casas Gallego, José Gallego Benito y Andrés Covarrubias y Castillo, marqués de Villatoya, quien adquirió los terrenos e instalaciones a la viuda de Juan Ramón Ginestal.

El alfar, siguiendo las tradiciones gremiales de los alfareros, fue establecido bajo la advocación de Nuestra Señora del Prado, patrona de Talavera.

Enfrentaron numerosas dificultades de todo tipo para alcanzar sus objetivos. En el aspecto económico, Ruiz de Luna obtuvo el capital necesario a través de sus esfuerzos, especialmente gracias a los trabajos de pintura en el puente de hierro que se inauguraría el 25 de octubre de 1908. En cuanto a lo administrativo, los miembros de la Corporación Municipal, encabezada por el alcalde Andrés Fernández Gómez, quien estaba fuertemente influenciado por Emilio Niveiro, pusieron diversos obstáculos administrativos para negarles el permiso de construcción. Tras numerosas negociaciones, finalmente concedieron la licencia ante las amenazas de Ruiz de Luna de difundir que su actitud habría impedido el resurgimiento de la cerámica de Talavera.

En sus primeros años, la formación de personal cualificado era una prioridad urgente. Talavera de la Reina tenía una población de apenas 12.000 habitantes y un alto índice de analfabetismo, llegando al 35 % en hombres y aún más alto en mujeres. Para abordar esta necesidad, comenzaron a impartir clases nocturnas de dibujo artístico, dibujo lineal, pintura y educación básica en locales proporcionados por el Ayuntamiento.

En cuanto a los recursos materiales, enfrentaron grandes dificultades económicas. Comenzaron adquiriendo un molino para moler arcilla y una prensa de azulejos que se encontraba abandonada en la antigua cerámica de la Moncloa en Madrid. Los primeros azulejos fueron prensados en una fábrica de baldosas hidráulicas, y la arcilla era molida a mano hasta que pudieron comprar un molino de café grande en el Rastro, lo cual facilitó enormemente el proceso.

Finalmente, el 8 de septiembre de 1908, durante la festividad de la Virgen del Prado, patrona de Talavera de la Reina, se inauguró el primer horno. Entre las piezas cocidas en este horno se encontraba un panel de azulejos con la imagen de la Virgen del Prado, pintado especialmente para esa ocasión por la hija de Juan Ruiz de Luna, Tomasa.

En la mañana de este día, están dos hombres Juan y Enrique callados y encerrados en sí, como nunca lo han estado, esperando con febril impaciencia a que se quiten los ladrillos del portero de un hornito, el primero que se coció. ¿Qué habrá dentro? pensaban los dos. Momentos de angustia fueron estos en que los minutos les parecían siglos. De la duda pasaron estos dos hombres a una alegría sin límites, cuando vieron salir el primer cacharro, que a ellos les pareció una cosa extraordinaria, emoción comparable a la del padre que coge a su primer hijo al nacer. Así cogieron ellos el primer cacharro que aún quemaba.

En septiembre de 1909, Juan Ruiz de Luna viajó a Santander para supervisar la instalación de azulejos en el pórtico del Hotel de Dª Regina Abarca, viuda de Germán Gamazo y Calvo. Durante este viaje, llevaba consigo una caja de muestras que incluía platos decorativos, ánforas y jarroncitos, los cuales exhibió en los mejores bazares de ciudades como Valladolid, Vitoria, Bilbao (en la tienda La Cocina de D. José Amánn), Santander, Oviedo (en el Bazar de Masaveu y Cía) y Gijón (en el Bazar Las Novedades de Benigno Piqueroso y Cía).

En términos comerciales, Juan Ruiz de Luna experimentó lo difícil que era justificar el alto costo de la cerámica debido a las complicaciones inherentes a su fabricación, así como sus propias limitaciones como vendedor. Como resultado, decidió establecer una red de representantes, una práctica poco común en ese momento, a quienes les dio instrucciones precisas sobre a quién y cómo ofrecer sus productos.

Durante su estancia en Santander, Juan Ruiz de Luna también visitó a Claudio López Bru, segundo marqués de Comillas, a quien le regaló un gran plato con el escudo de sus armas, adornado con una ornamentación en estilo Renacimiento. El marqués aceptó el regalo con gran satisfacción. Durante la visita, Juan Ruiz de Luna habló sobre sus trabajos y proyectos en su nueva empresa, de los cuales el marqués ya tenía conocimiento. Además, le mencionó la oportunidad de introducir esta cerámica en Nueva York, de la mano de su amigo el pintor Joaquín Sorolla, quien estaba preparando su segunda exposición de cuadros para ser exhibida en el palacio-museo del hispanófilo Archer Milton Huntington, un gran admirador y promotor del arte español en todas sus manifestaciones. El marqués se entusiasmó con la idea y el entusiasmo expresado por Juan Ruiz de Luna, tanto que ordenó a su apoderado José Cayangos que emitiera una orden para concederle diez metros cúbicos de flete en los barcos de la Trasatlántica y un pasaje de segunda clase gratuito.

Juan regresó a Talavera de la Reina y compartió la oferta del marqués de Comillas con sus socios, pero no lograron ponerse de acuerdo para cubrir los gastos del viaje a Nueva York debido a las dificultades económicas que enfrentaba la empresa. Como resultado, tuvo que rechazar el apoyo del marqués y renunciar a su viaje. Este episodio marcó el comienzo de los desacuerdos entre Juan y sus socios, lo cual, sumado a la situación financiera precaria, puso en peligro la supervivencia de la empresa. Sin embargo, gracias al préstamo de 8.000 ptas. realizado por Andrés Covarrubias, marqués de Villatoya, lograron evitar su colapso.

Enfrentaron numerosos desafíos técnicos y de fabricación, muchos de los cuales eran desconocidos para Juan Ruiz de Luna y Enrique Guijo, quienes tenían conocimientos limitados en cerámica más allá de algunas pruebas y experimentos superficiales. A los dos años de la fundación de la sociedad, la situación era muy precaria debido a la falta de recursos y al gran esfuerzo requerido, lo que generó preocupaciones sobre la posible desaparición de la empresa.

Dos años después de la fundación de la sociedad, Enrique Guijo dejó su puesto y regresó a Madrid para ocupar un puesto como profesor, junto a Daniel Zuloaga, en la recién fundada Escuela de Cerámica de Madrid, bajo la dirección de Francisco Alcántara.

Sin embargo, Enrique Guijo mantuvo su vínculo con la sociedad hasta su disolución en 1914, representándola en la tienda que la sociedad abrió en la calle Mayor, 80 de Madrid. En 1912, con el apoyo económico de Juan Ruiz de Luna, Guijo abrió una fábrica de cerámica en Carabanchel Bajo, de la cual era el único propietario. Se comprometió a dedicarse exclusivamente a la fabricación del azulejo de relieve conocido como Sevillano.

Con la partida de Guijo, la dirección artística de la fábrica fue encomendada a Francisco Arroyo Santamaría (Talavera de la Reina, 1885 – Madrid, 1952), quien se casó en 1911 con Tomasa, la hija mayor de Juan Ruiz de Luna. Arroyo Santamaría era una persona con una sólida formación artística que supo interpretar en todo momento los criterios estilísticos de Ruiz de Luna, los cuales se alineaban con la sobriedad del Renacimiento español. Fue él quien creó los primeros catálogos artísticos para la sociedad.

En 1910, se decoraron con azulejos el patio y tres escaleras de la Casa de Cisneros en Madrid.

En 1912, se realizaron los zócalos y la portada del asilo de San Prudencio en Talavera de la Reina.

Según consta en la Memoria de la fábrica de febrero de 1913, la cantidad de trabajadores no superaba la docena, siendo Antonio Arpa el responsable del taller de pintura y Antonia Arroyo Santamaría la primera maestra de mujeres.

Juan no logró convencer a sus socios sobre la necesidad de realizar nuevas inversiones para que la sociedad pudiera avanzar, a pesar de tener pedidos que superaban su capacidad de producción. Los socios disponían de una situación económica desahogada y tenían poca fe en el futuro de la empresa. Por lo tanto, le propusieron a Ruiz de Luna que se quedara con el negocio, confiando en él como la mejor garantía para el cobro de las deudas contraídas con ellos.

En 1913, se llevó a cabo la decoración de la fachada del Teatro Victoria en Talavera de la Reina. También se realizaron numerosas obras en Madrid, como paneles para la fachada de la Papelera Española, decoración de un edificio en la calle Acuña y la ornamentación del salón en la casa de Joaquín Sorolla. Además, se crearon varias ánforas y otros objetos para Su Majestad el Rey Alfonso XIII.

En 1914, se procedió a la decoración de la puerta de entrada a la fábrica Nuestra Señora del Prado y a los zócalos del zaguán y el camarín en la Basílica de Nuestra Señora del Prado en Talavera de la Reina. Ambas obras contaron con la participación directa de Francisco Arroyo Santamaría, como lo atestigua su firma al pie del trabajo.

Juan Ruiz de Luna sentado en su escritorio.

Ruiz de Luna Ceramista

En 1915, Ruiz de Luna se convirtió en el único propietario de la industria. En ese mismo año, fundó la sociedad de instrucción y recreo El Bloque, siguiendo los principios promovidos por la Institución Libre de Enseñanza, el pensamiento krausista y la Generación del 98. En esta sociedad, se ofrecían clases nocturnas gratuitas de dibujo artístico, dibujo lineal, modelado y cultura general. Los maestros encargados de impartir estas clases fueron Francisco Arroyo Santamaría, posteriormente su hijo Juanito Ruiz de Luna, y los maestros Vicente Reaño y Casimiro Muñoz.

Estas sociedades surgieron como respuesta a la falta de atención de las instituciones públicas hacia la educación y la cultura. Ruiz de Luna mantuvo estos planteamientos gracias a su amistad y conexión con intelectuales contemporáneos como Platón Páramo, Francisco Alcántara, Mariano Benlliure, Joaquín Sorolla y Miguel de Unamuno, a quienes conoció a través de Francisco Alcántara. Esta sociedad también tenía un marcado matiz político de oposición al caciquismo, que se expresaba a través de su revista quincenal El Bloque, publicada por primera vez en mayo de 1916 bajo la dirección de Pedro Jiménez de Castro.

Ruiz de Luna no solo se preocupaba por la formación cultural y técnica de sus trabajadores, sino también por su formación moral, fomentando el respeto y el compañerismo en el entorno laboral. Estableció talleres confortables donde se escuchaba música clásica y zarzuelas. Creó premios a la dedicación y promovió el concepto tradicional religioso mediante la revitalización de las festividades de las Santas Justa y Rufina, así como la participación de la Cruz de los Alfareros en la procesión del Viernes Santo. Además, fundó la sociedad de socorro del barro para atender las necesidades médicas de los alfareros tanto en vida como en caso de fallecimiento, cubriendo todos los gastos necesarios.

En 1917, recibieron el Diploma de Honor en la Exposición Nacional de Bellas Artes en Madrid, en la sección de Artes Decorativas, por su Retablo Altar de Santiago. Esta obra destacada se encuentra actualmente en el Museo Ruiz de Luna de Talavera de la Reina.

En 1918, decoraron la fachada del antiguo edificio de Correos, actualmente conocido como Centro Social Jaime Vera, en la calle San Francisco de Talavera de la Reina.

El 24 de enero de 1919, Ruiz de Luna adquirió los terrenos de la fábrica al Marqués de Covarrubias. A partir de esta fecha, se puede decir que comenzó el verdadero renacimiento de la cerámica, ya que al contar con la tranquilidad de tener su propio lugar, se llevaron a cabo obras e instalaciones necesarias para la fabricación, lo que mejoró considerablemente su funcionamiento.

En este sentido la recuperación de la cerámica de Talavera se llevó a cabo atendiendo a dos distintos modos. Por un lado nos encontramos con aquellas piezas que reproducían de forma más o menos fiel un original. Frente a estas, otras obras suponen el resultado de un completo proceso de aprendizaje, asimilación y dominio de los repertorios clásicos…El Renacimiento Ruiz de Luna es el resultado de una idealización.

El enfoque pedagógico, según Fernando González Moreno, se basaba en tres aspectos: una educación práctica realizada en el taller, que buscaba dominar la técnica en todo el proceso industrial; una educación teórica a través de clases impartidas en El Bloque; y una educación artística en la que los dibujantes y moldeadores encontraban inspiración en la extensa colección de más de 600 piezas antiguas del museo ubicado en la fábrica de Ruiz de Luna.

Entre sus obras de estilo modernista se encuentran los paneles cerámicos de la Colonia de la Prensa en Madrid (realizados alrededor de 1918) y la decoración de la fachada de la casa de Julio García Moya (hoy Centro Polivalente el Pilar en el paseo de la Estación de Talavera de la Reina), realizada en 1920.

En ese momento, la empresa experimentó su etapa de mayor prosperidad. La excelencia de sus productos se dio a conocer en las exposiciones más importantes de Europa y América, donde recibieron los mayores reconocimientos, lo que contribuyó a difundir su nombre y obra en todo el mundo.

Otra iniciativa emprendedora de Ruiz de Luna fue la creación de la fábrica San Francisco de Asís, destinada a la fabricación de materiales de construcción mediante procesos mecánicos. Se instalaron hornos continuos y talleres equipados con maquinaria moderna para la producción de tejas y otros materiales que, debido a su cuidada elaboración, se convirtieron en los favoritos del mercado. Esta expansión implicó inversiones considerables y la creación de numerosos puestos de trabajo.

En 1922, Ruiz de Luna inauguró una tienda-exposición en la calle Floridablanca n.º 3 en Madrid, que permaneció abierta hasta 1933.

En 1924, como muestra de agradecimiento por su nombramiento como hijo adoptivo de su pueblo natal, Noez, Ruiz de Luna regaló los azulejos para los zócalos de la Iglesia de San Julián en la localidad. Ese mismo año, se encargaron de toda la decoración cerámica y la fuente monumental de los Jardines del Prado en Talavera de la Reina.

En 1925, Ruiz de Luna recibió la Cruz de Caballero de la Orden Civil de Alfonso XII, financiada mediante una suscripción popular. Por Real Prerrogativa de Alfonso XII, se le concedió la unión de los apellidos Ruiz y de Luna, que transmitiría a su descendencia. También en ese año, creó la Fuente de los Españoles en la Plaza de la Independencia, en el Parque del «Rosedal» en Rosario de Santa Fe, Argentina. Esta fuente cerámica se convirtió en la más grande del mundo en el momento de su inauguración.

En 1928, se completaron los zócalos de la Casa de los Niño para la familia López de Sagredo en Noez, Toledo.

El 9 de mayo de 1929 se inauguró la Exposición Iberoamericana de Sevilla. Ruiz de Luna presentó un retablo de seis metros de altura en estilo renacentista, una fuente adornada con dos delfines en el edificio de Castilla la Nueva y un banco de la provincia de Toledo en la Plaza de España de Sevilla. Por su participación, recibió el Gran Premio y la Medalla de Oro.

De 1930 a 1934, se realizaron el retablo mayor, los zócalos y el púlpito de la Iglesia Parroquial de San Andrés Apóstol en Castillo de Bayuela.

Durante la Guerra Civil, que tuvo lugar en 1936, la fábrica sufrió los estragos del conflicto. Debido a su ubicación estratégica en la margen derecha del río Tajo y al hecho de que las tropas estaban acuarteladas en sus instalaciones, la fábrica era un objetivo constante de la artillería del bando contrario. Los talleres resultaron afectados y el museo antiguo sufrió la pérdida irreparable de más de doscientas piezas.

Tras la finalización de la Guerra Civil, el maestro Francisco Arroyo Santamaría dejó la fábrica Ruiz de Luna, donde ejercía su dirección artística. Después de una breve estancia en el «alfar del Carmen» de Emilio Niveiro en Talavera de la Reina, pasó dos años en el taller de Pedro de la Cal Rubio en Puente del Arzobispo y finalmente instaló su propio taller en Madrid.

Historia de la Cerámica

El auge que experimentó Talavera de la Reina en los siglos XVI y XVII la convirtió en uno de los centros artísticos e industriales más importantes de España. Se establecieron diversos oficios como espaderos, plateros, caldereros y tejedores, pero fue la industria cerámica la que alcanzó mayor renombre, especialmente con los barros vidriados de Talavera de la Reina, que incluso llegaron al Nuevo Mundo, donde se les dio el nombre de «Talaveras».

A pesar de su relevancia, la cerámica de Talavera de la Reina no había sido objeto de un estudio documentado como otras cerámicas famosas, como la de Paterna, la catalana, Sevilla, Manises y Alcora, que habían sido minuciosamente estudiadas y documentadas. La cerámica de Talavera de la Reina carecía de una historia propia, solo se hacían menciones esporádicas en otras publicaciones.

En 1908, cuando la Casa Ruiz de Luna, Guijo y Cia. llevaba apenas unos meses fundada, el Padre Diodoro Vaca González O.S.A., que había llegado a Talavera de la Reina como profesor en el colegio de los Agustinos Filipinos, visitó la fábrica y despertó en él un interés que con el tiempo se convirtió en una verdadera pasión por la cerámica de Talavera de la Reina. A partir de esta afinidad, surgió una gran amistad y colaboración con Juan Ruiz de Luna, lo que resultó en la publicación del libro «Algunos datos para la historia de la cerámica de Talavera de la Reina» en 1911, en la «Revista de Archivos y Museos», recibiendo elogios de los expertos en cerámica José Gestoso y Guillermo J. de Osma.

Este éxito los animó a completar la obra iniciada, a pesar de las dificultades de recopilación de datos en una época con precarias comunicaciones. Viajaron a lugares donde tenían noticias de la existencia de cerámica de Talavera de la Reina, tomando notas y fotografías de todo lo que consideraban relevante. Sin embargo, el Padre Vaca falleció el 24 de agosto de 1928, dejando pendiente la organización de la parte histórico-literaria del libro.

Debido a la paralización de la fábrica durante la Guerra Civil Española, Juan Ruiz de Luna retomó la labor en 1938, ordenando los apuntes del Padre Vaca e incorporando nuevos datos que había descubierto posteriormente, los cuales ayudaron a aclarar muchas dudas sobre la autoría de ciertas obras.

La parte gráfica, que era escasa, se completó gracias al trabajo del fotógrafo de arte Vicente Zubillaga, de las editoriales «Calpe» y «Labor». Juan Ruiz de Luna brindó todas las facilidades necesarias, incluso proporcionando laboratorio y habitaciones en su casa para Zubillaga y su familia. Juntos recorrieron en un viejo coche numerosos lugares dispersos por las provincias de Ávila y Toledo, logrando completar la documentación gráfica que ya se había recopilado anteriormente.

Finalmente, el libro fue publicado por la Editora Nacional en el año 1943. Hasta el día de hoy, este libro se ha convertido en una referencia fundamental para el estudio y la comprensión de la historia de la cerámica de Talavera de la Reina.

Gracias a los esfuerzos conjuntos de Juan Ruiz de Luna y el Padre Vaca, así como la colaboración de expertos y el trabajo de documentación y fotografía, se logró recopilar valiosa información sobre la cerámica de Talavera de la Reina y preservarla para las generaciones futuras. Este trabajo contribuyó a dar reconocimiento y valor a esta forma de arte, estableciendo su importancia histórica y artística en el ámbito nacional e internacional.

La cerámica de Talavera de la Reina continúa siendo una tradición viva en la actualidad, con numerosos artesanos y talleres que mantienen viva la técnica y el legado de esta emblemática ciudad ceramista.

Ruiz de Luna S.L.

En 1942, a la edad de 79 años, Juan Ruiz de Luna experimentó un notable deterioro en su salud, lo que llevó a la transferencia de la industria a sus hijos y la creación de la sociedad Ruiz de Luna S.L.

El 3 de mayo de ese mismo año, Ruiz de Luna llevó a cabo su obra más querida, el Retablo del Cristo del Mar, el cual donó a la iglesia Colegial de Talavera de la Reina como cumplimiento de una promesa que hizo cuando sus hijos Juan y Salvador regresaron sanos y salvos de su viaje a América en 1934.

El 23 de junio, mientras estaba restaurando la imagen del Cristo, la salud de Juan empeoró gravemente y tuvo que ser sometido a una cirugía de emergencia en Madrid. Sin embargo, regresó a Talavera de la Reina a tiempo para presenciar la finalización de la obra el 26 de julio. El 3 de septiembre, el altar fue solemnemente bendecido por el arzobispo de Toledo, Enrique Plá y Deniel, a las 6 de la tarde.

En abril de 1943, cuando Juan tenía 80 años, recibió el encargo de restaurar la imagen de Nuestra Señora del Prado por solicitud de Pilar Marín de Casares, presidenta de la Hermandad, con la autorización del Ayuntamiento y el Arciprestazgo de Talavera. Debido a su delicado estado de salud y aprovechando las dos semanas de la Semana Santa en las que la imagen no estaba expuesta al público, se llevó la imagen a su casa para realizar su restauración.

Juan Ruiz de Luna falleció en Talavera de la Reina el 25 de septiembre de 1945, a la edad de 82 años. Su legado perdura en su obra y en la tradición ceramista de Talavera de la Reina, donde su contribución ha dejado una huella imborrable.

Condecoraciones y distinciones

  • 1911 Mención Honorífica Exposición Nacional de Artes decorativas Madrid.
  • 1917 Nombramiento de Concejal del Excmo. Ayuntamiento de Talavera de la Reina.
  • 1920 Diploma de Honor Exposición Nacional de Artes Decorativas Madrid.
  • 1920 Nombramiento Hijo Adoptivo de Talavera de la Reina.
  • 1923 Nombramiento Hijo Predilecto de Noez .
  • 1923 Nombramiento Académico Correspondiente de la Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo.
  • 1925 Recibe la Cruz de Alfonso XII.
  • 1927 Medalla de Oro en la Exposición Internacional de Filadelfia.
  • 1927 Medalla de Oro en la Exposición Internacional de Milán.
  • 1930 Medalla de Oro en la Exposición Internacional de Monza.
  • 1929 Gran Premio y Medalla de Oro en la Exposición Iberoamericana de Sevilla.
  • 1944 Se le concede la Medalla del Trabajo y la Cruz de Alfonso X el Sabio.
  • En diversas localidades como: Noez, Talavera de la Reina y Lagartera le dedicaron, en su honor, el nombre a una de sus calles.
  • 2014 Acerico de Oro, concedido a título póstumo en Lagartera.​