La Casa de Cisneros, un majestuoso palacio enclavado en la Plaza de la Villa de Madrid, cuenta con un diseño plateresco y data del año 1537, solicitada por Benito Jiménez de Cisneros, sobrino del influyente cardenal Cisneros. Las labores de restauración, llevadas a cabo entre 1910 y 1914, preservaron la integridad del diseño original tanto del edificio principal como del corredor volado que conecta la Casa de Cisneros con la Casa de la Villa, atravesando la estrecha calle de Madrid. Estos trabajos fueron supervisados por el arquitecto Luis Bellido y González, quien contó con la colaboración de los renombrados ceramistas Juan Ruiz de Luna y Enrique Guijo en la ejecución de las exquisitas obras de azulejería.
La cerámica de las escaleras de la Casa de Cisneros de Madrid son un testimonio notable de la maestría de la fábrica de cerámica Ruiz de Luna Guijo y Cía.. Las escaleras de las alas izquierda (1910) y derecha (1912) destacan por su amplitud, con una anchura de 1,46 metros, y están adornadas con zócalos que se extienden a lo largo de sus cuatro pisos, alcanzando una altura de 1,25 metros. Uno de los proyectos más notables de estos ceramistas en Madrid es la Escalera A (1912) del Decanato de Beneficencia, abarcando un total de 52,93 metros lineales de zócalos, con mesetas que alcanzan una altura de 1,98 metros, y manteniendo alturas similares en el resto de la estructura. Cada uno de los cuatro tramos de la escalera tiene una cantidad distinta de peldaños y un ancho de 2,55 metros. Los tabiques están finamente decorados con azulejos, aportando un toque distintivo a esta obra de esplendor arquitectónico.
Los tramos de la escalera, diseñados con la inspiración de los peldaños del desaparecido Palacio del Infantado de Guadalajara, presentan un grutesco como único motivo en las mesetas. Cada panel se separa del contiguo por una pilastra ornamentada con guirnaldas en el fuste y quimeras en el capitel. Además de las grecas y los rodapiés azules, una cenefa fantasiosa de Renacimiento adorna la parte superior, llevando escudos en los paneles de los escalones, como el emblemático Oso y el Madroño de Madrid y el ajedrezado de la Casa de Bazán. Este escudo, que simboliza la valentía, fue adoptado como blasón por D. Alonso González de Bazán, antecesor del Marqués de Santa Cruz, cuando en 1332 rescató a su rey Don Sancho Abarca III del poder de los franceses, recibiendo el señorío del Valle de Bazán. En un tributo a los Marqueses de Santa Cruz, los azulejos exhiben sus armas, al igual que en la plaza de la Villa, donde se erige una estatua de D. Álvaro de Bazán, almirante de la Armada Española en la época de Felipe II, acompañada de los versos de Lope de Vega.
Las otras se remontan a dos años antes y muestran los primeros pasos en el uso del azulejo repetitivo, aún en una etapa inicial y enriquecido con la variante de «la estrella plumeada».
Bibliografía:
«Talavera y los Ruiz de Luna» Isabel Hurley Molina.