Llegada de Juan Ruiz de Luna a Talavera. 8 de noviembre 1880

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Murallas. Talavera de la Reina. Ruiz de Luna 32.

Oí contar a mi madre que mi abuelo Juan, marchó muy joven de su pueblo natal Noez a lomos de una mula, camino de Talavera.

Sus padres le habían dejado marchar a regañadientes, sus hermanos Jerónimo y Emilio le reclamaban para que le ayudaran en el oficio de pintor que ejercían en Talavera.

Cumpliría una aspiración forjada en su niñez, se convertiría en pintor.

Salió de madrugada y tomó el camino hacia la barca de Portusa, donde cruzar el rio Tajo para dirigirse a la estación de Torrijos y así tomar el tren que le conduciría a Talavera.

Desde que llegó a la casa de huéspedes solo tenía una preocupación, poder hartarse de pan. Ese pan de Talavera, el mejor de España, que sabía a rosquillas y no el de su pueblo muy moreno y en cochuras que duraban 15 días.

A los pocos días se le presentó la ocasión propicia para cumplir sus sueños.

Ermita del Prado y Plaza de Toros «La Caprichosa». Talavera de la Reina. Ruiz de Luna 24.

– Vete a la finca de Cabañuelas, (finca de labor propiedad de Dña. Joaquina de Santander), a pintar unos bancos, le dijo su hermano Jerónimo.

Petra, la patrona de la posada, le había preparado la noche antes la merienda, diciéndole que no le ponía pan, con el ánimo de que comiera el “pan del día” al pasarse, al día siguiente por la Plaza.

– Pídele a la Marquesa la panadera, lo que necesites que luego me pasaré yo a pagárselo.

Esta es la mía pensó Juan. Cogió su lata de pintura, la taleguilla de la merienda y se presentó en la Plaza donde se vendía el pan en unos catres de hierro sobre los que ponían unas mantas, muy temprano desde el amanecer a medio día.

– Deme usted doce panecillos, que ya te los pagará mi casera “la Calerana”.

– ¿Es que vais de merienda?, le dijo “la Marquesa”.

Al no saber qué decir, no la contestó. Cogió los panecillos que podían pesar seis libras de pan, tres kilos aproximadamente.

A salir el sol llegó a la finca de Cabañuelas y su primera tarea fue distribuir los doce panecillos, cuatro para desayunar, cuatro para comer y cuatro para merendar, empezando por desayunar antes de mancharse las manos de pintura.

Todo salió con arreglo a lo previsto, menos la merienda que le sobró un panecillo de los cuatro que tenía apartados, el cual se lo dio a los peces del estanque en pedacitos.

A la tarde, cuando había terminado su trabajo, cogió los botes vacíos y la talega también vacía y a Talavera andando, un pie tras otro.

La entrada en el comedor de la casa de huéspedes fue algo sorprendente para mi abuelo, que jamás olvidaría por muchos años que viviera.

En la mesa y en el lugar que ocupaba habitualmente, había seis hermosos panes de a dos libras cada uno. Alrededor de la mesa se agruparon todos los huéspedes, amenizando la reunión la Marcha Real tocada por la orquesta de guitarras y bandurrias, de la que él era “cabo de guitarras”.

La cosa fue sonada de verdad. Lo ocurrido fue que, al saberse por la patrona lo de los doce panecillos, el suceso corrió como pólvora, siendo para todos los de la casa una verdadera fiesta.

Su hermano Jerónimo que hacía las cosas a lo grande, mandó comprar estos seis panes, en uno de los cuales puso un papel con la siguiente interrogación.

– ¿Tendrás bastante…?

No hay que decir que, a partir de ese día, había desaparecido en mi abuelo Juan Ruiz de Luna, la cortedad y timidez que le caracterizaba, lo que le valió para hartarse de pan a diario, ese pan tan rico de Talavera.

La Colegial. Talavera de la Reina. Ruiz de Luna 3.
Calle Carnicerías. Talavera de la Reina. Ruiz de Luna 12.
Orillas del Tajo. Talavera de la Reina. Ruiz de Luna 30.

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